SEPTIEMBRE 2022
¿Microtráfico online? O ¿Una nueva dimensión digital de las drogas?
Por Carolina Duque*
Suena el celular, en la pantalla “Libardo”. Contesta una voz baja —Quiubo Libardo. —Qué más mijo, ese milagro, ¡hace rato que no me llama!. —Noooo Libardo, hace rato que no me meto un pase1, lo dejé. Libardo, jíbaro2 reconocido en la ciudad por vender buena cocaína pero se quedó sin clientes porque ahora usan el internet.
Después de la pandemia del COVID 19, el internet se ha convertido en un instrumento determinante para el desarrollo de nuestras vidas. Pese a que la desigualdad digital se sumó a las grandes inequidades en la región, en la mayoría de los países existe un porcentaje importante de personas que usan internet y un número de suscripciones a servicios de banda ancha.
En el territorio digital también se han vinculado las dinámicas, relaciones y contextos de las drogas. Desde hace varios años en la darknet han existido plataformas para la apertura de mercados de las drogas como Silk Road y el pago con criptomonedas. Asimismo, en la clearnet, el uso de las redes sociales ha permitido fácil acceso y la diversificación de las sustancias, menor riesgo frente a la ilegalidad y a la estigmatización de lo/as usuario/as.
Para una aproximación a la discusión, se propone el interrogante, ¿Cuáles dinámicas del tráfico de drogas se trasladan del territorio offline al territorio on line?
Desde una dimensión geopolítica-crítica se observa también en el territorio digital diferentes escalas del tráfico de drogas. El informe “El tráfico en línea de drogas sintéticas y opioides sintéticos” (UNODC, 2022) planteó la hipótesis que la actividad de drogas sintéticas en la darknet en América Latina y el Caribe se concentra entre aproximadamente treinta (30) proveedores u organizaciones pero no se tiene conocimiento preciso de la nacionalidad ni el grupo criminal. La criminalidad organizada transnacional utiliza el territorio offline, las rutas de distribución y modalidades como los contenedores para el transporte de precursores químicos y de sustancias como el fentanilo que se compran en la darknet.
Con respecto al microtráfico, es un desafío para los procesos de investigación judicial y académica analizar por ejemplo las relaciones de confianza que se presentan, cómo se diferencian en la manera como se construyen y el alcance en el tipo de transacción.
En los barrios existen sectores, vendedores conocidos o referenciados. En el espacio digital como redes sociales, la confianza se construye por el número de seguidores, el tiempo de respuesta, la referencia de los usuarios, las fotos. En los países donde se ha regulado el uso del cannabis se observan páginas de comunidades cannábicas.
Un elemento que vincula los dos territorios es el domiciliario que también genera relación de confianza y menor riesgo de exposición.
Es importante anotar que en los dos territorios se mantiene la discusión sobre la distinción entre consumidor y microtraficante. Más aún en donde en la mayoría de las páginas no se distinguen los perfiles de usuarios (Ver esquema N°3).
De otro lado, la diversificación de la oferta de sustancias desde cannabis, drogas sintéticas hasta medicamentos de uso controlado a través de WhatsApp, es otro desafío para la investigación determinar el tipo de estructura detrás que tiene la disponibilidad de variadas sustancias.
La violencia asociada a los mercados digitales de drogas es un punto clave en la agenda de investigación.
En consecuencia, se propone una dimensión digital de las drogas que procure esquemas de regulación, control y derechos digitales.
Nos queda la tarea de cómo hacer trabajo de campo digital para que la tecnología no nos deje atrás y sin políticas de drogas.
*Docente/Investigadora internacional sobre drogas, seguridad y justicia en Latinoamérica. Productora programa de radio Debajo del Puente (CLACSO).