SEPTIEMBRE 2019
Este breve artículo se basa en una encuesta realizada en el año 2013 a adolescentes que se encontraban cursando el noveno año de educación formal en centros educativos públicos y privados de Montevideo. Dicha encuesta se propuso aportar a la comprensión de la violencia y la delincuencia juvenil en la capital uruguaya, para la producción de políticas de prevención basadas en evidencia.
La muestra de esta encuesta – representativa de los adolescentes montevideanos de 15 años - es de 2204 adolescentes, que contestaron a un cuestionario auto-administrado. La edad promedio de los estudiantes es de 15 años, con 49% de varones y 52% de mujeres.
Los adolescentes fueron consultados respecto a la perpetración de actos violentos en el último año. Un 16,5% señaló haber cometido al menos un acto de violencia en este período, siendo la agresión interpersonal y el porte de arma los más frecuentes (9,5% y 8,9% respectivamente). Asimismo, el 1,5% y 1,2% de los encuestados admitió su involucramiento en un robo o una amenaza/extorsión.
Se destaca que la prevalencia de la violencia es sustantivamente mayor entre varones que entre mujeres – 23,6% frente a 9,7% - lo cual se hace más evidente al analizar el número de actos violentos: 260 individuos cometieron los 7267 actos registrados, y 84% de estas personas eran varones.
También debe resaltarse la concentración de los actos violentos en una pequeña porción de la población adolescente estudiada. Más del 83% de esta población no registró ningún acto violento, mientras que una pequeña minoría – alrededor del 2% - cometió el 70% de estos actos. Esto indica que, mientras la mayoría de los adolescentes no cometen actos violentos habitualmente, una pequeña minoría exhibe una gran concentración de violencia de forma reiterada.
Existen diferencias de género en lo que respecta a las características situacionales de las agresiones cometidas. Los hombres tienen mayores probabilidades de llevar adelante agresiones en espacios públicos o centros deportivos y hacerlo cuando ellos o la víctima se encuentran acompañados, mientras que las mujeres suelen agredir a otros en sus casas y son menos proclives a hacerlo en un contexto de grupo. Además, se destaca que varones y mujeres suelen victimizar a individuos de su mismo género y edad. En este sentido, los hombres tienden a agredir a otro varón de edad similar, mientras que las mujeres tienden a agredir a una mujer de edad similar.
En relación a las características socioeconómicas de los adolescentes que exhiben mayores niveles de perpetración de actos violentos, los resultados arrojados por la encuesta indican que la situación socioeconómica de los padres de los adolescentes no está asociada con la perpetración de actos violentos de gravedad para las mujeres pero sí lo está para los varones. Un 14,5% de los adolescentes varones pertenecientes a la clase más alta reportó conductas violentas, 26% en la clase intermedia, 22% en la clase trabajadora y 24% en la clase de trabajadores calificados.
En cambio, respecto a la relación entre las prácticas de crianza y la conducta violenta, se observó una asociación entre la experiencia actual de castigo corporal y la violencia propia únicamente entre las mujeres. Mientras que un 8% de las adolescentes que no sufren castigos corporales reportaron su involucramiento en agresiones físicas, 23% de aquellas que sufren este tipo de castigos indicaron que han cometido este tipo de agresiones en el último año, diferencia que no se observó en los varones.
Por otra parte, cabe destacar que nacer de una madre adolescente o vivir con cuatro hermanos o más no se vio asociado a la conducta violenta. Sí se identificó una cierta diferencia entre los jóvenes que viven con uno o dos de sus padres biológicos y aquellos que no viven con ninguno de ellos (15% y 17% de probabilidad de haber cometido un acto violento en el último año en los primeros dos casos, y 26% en el tercer caso). También se observó mayores niveles de rezago educativo entre aquellos adolescentes que reportaron mayores niveles de violencia; es probable que la dificultad para completar los años básicos de educación sea un indicador de una serie de dificultades de los centros educativos así como de falta de motivación, factores que a su vez se asocian a conductas violentas (Trajtenberg y Eisner, 2014).
En cuanto a la relación entre la perpetración de actos violentos y otras conductas problemáticas o delictivas, los jóvenes que cometieron al menos un acto violento en el último año presentan también mayores probabilidades de involucrarse en otras conductas problemáticas o delictivas que aquellos que no reportaron cometer este tipo de actos. Entre estas conductas se destaca la comisión de hurtos menores (20% frente a 5,5%), robos en autos o casas (3% frente a 1%), tráfico de drogas (10% frente a 1,3%), vandalismo (30% frente a 5%), manejar sin libreta de conducir (62% frente a 34%), y escaparse de sus casas (21,5% frente a 6%).