SEPTIEMBRE 2021
Por Fernando G. Cafferata y Tomas Ian Arias
En el artículo “Estudio sobre Homicidios en América Latina Una aproximación a las divergencias regionales, los sistemas de reporte, subregistros y posibles causas”, trabajamos la idea de que los dos grandes sistemas de información sobre homicidios (los que registra la autoridad policial/judicial y los que emanan de las estadísticas de mortalidad que producen las dependencias de salud de los países) presentan problemas de validez y confiabilidad. En ese trabajo sugerimos que los instrumentos de los sistemas policiales y los de salud no están midiendo cabalmente el fenómeno que pretende (homicidio), ni tampoco sus instrumentos están midiendo de modo preciso y consistente el fenómeno.
Es importante recordar que a nivel internacional, con el fin de proveer un marco estandarizado, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) desarrolló la “Clasificación Internacional de delitos con fines estadísticos” (ICCS) para que las instituciones de cada país que están a cargo de registrar los datos adopten criterios homogéneos de clasificación y reporte interno y externo. Por su parte, las estadísticas de salud por otra parte provienen de la causal de muerte que consta en los certificados de defunción que se expiden por autoridades médicas, normalmente afincadas en las morgues distritales, siguen una normativa internacional (International Statistical Classification of Diseases, Injuries, and Causes of Death (ICD) que administra la Organización Mundial de la Salud (WHO).
Ambos sistemas de información intentan medir el fenómeno de los homicidios dolosos de modo tal que dicha medición sea confiable y válida. Sin embargo, a partir de los datos recopilados para Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela, en el período de 1996 a 2018; encontramos algunos fundamentos empíricos para aseverar que las diferencias evidenciadas tanto en los niveles como en tendencias de ambas fuentes ponen en duda que así sea.
En la gráfica 1, realizamos una ratio entre ambas mediciones. En términos generales es entendible que haya divergencias entre ambas fuentes, puesto que sus métodos de recolección y fines no son los mismos. Sin embargo, estas divergencias no deberían ser muy grandes, ya que ambas fuentes deben medir el mismo fenómeno. A su vez, estas diferencias deberían ser relativamente estables en el tiempo y azarosas (no sistemáticas). En otras palabras, si estaríamos frente a instrumentos de recolección de datos confiables en términos metodológicos, deberíamos encontrar que, a pesar de las posibles diferencias en términos absolutos, la brecha debería ser pequeña y la tendencia en ambas fuentes, similar.
Respecto de los niveles, si bien en algunos países (como Brasil, Colombia, o México) ambas fuentes resultan congruentes entre sí, la brecha en otros casos es considerable. Venezuela es el país con mayor diferencia absoluta entre ambas, con una diferencia de más de 10 homicidios cada 100,000 habitantes por año, siguiéndole Perú (4.9) Nicaragua (4.3) y Paraguay (4). En términos relativos, el país con mayor diferencia es Perú, ya que la diferencia representa más del 200% de la cantidad reportada según las fuentes de salud (WHO). Se observan dos tipos de países según la trayectoria y el nivel de diferencias: a) Aquellos que presentan cambios y b) Aquellos que no presentan cambios importantes. Dentro del primer conjunto (con cambios) puede haber mejoras en los registros (grandes diferencias que se fueron acotando) o en el caso de aquellos que presentan cambios que son empeoramientos (pequeñas diferencias que se fueron incrementando). Dentro del segundo grupo, pueden distinguirse los casos que presentan diferencias muy pequeñas entre ambas fuentes, o aquellos que mantienen grandes brechas estables. En el primer conjunto de países (donde hay cambios) se destacan Argentina, Paraguay y Venezuela, donde el cambio en la brecha se fue acortando (mejorando). También se pueden incluir los casos que tienen diferencias que fueron empeorando, y podemos clasificar a Chile, Uruguay y Perú (dejando en claro que este país es un outlier). En el segundo grupo, donde hay pocos cambios, con una brecha pequeña se encuentran Colombia, Brasil y Ecuador. Finalmente, en el cuarto grupo con una brecha estable grande, podemos referenciar a Nicaragua.
Esta evidencia empírica es parte del material que desarrollamos para explicar porque creemos que existen buenas razones para pensar que en algunos países las cifras de homicidios reales sean mayores que las reportadas oficialmente.
Pueden leer el informe completo hacer clic aquí