Según los resultados del estudio sobre población privada de libertad realizado, para algunos países de América Latina, surge que al menos un tercio de dicha población, ya había sido condenada previamente. Aunque tal como podemos observar en la tabla 1, las tasas de reincidencia varían entre la población carcelaria de los países estudiados, esta situación revela algunas falencias importantes de aquella que debiera ser la función rehabilitadora de los sistemas penitenciarios. Muchos estudios coinciden en que las cárceles se convierten en una escuela del crimen, un espacio que potencia la violencia, los abusos a los derechos humanos y la conformación de redes criminales. En un contexto en el que las personas llegan cada vez más jóvenes a las cárceles, aquellos que son apresados por delitos menores y que tal vez no tenían vínculos con el crimen organizado, tienen muchas probabilidades de terminar vinculados a él durante el encierro.
Fuente: Estudio latinoamericano sobre población carcelaria. Año 2013 – Resultados comparados.
(*)Los cálculos para México y Perú se realizaron con la siguiente pregunta: "¿En alguna otra ocasión lo habían condenado por algún tipo de delito?" Esto asume que se calcula reincidencia con base a condenas previas. En los otros 4 casos se preguntó "¿Y estuvo (antes de esta reclusión) preso en una cárcel de adultos?", o sea que en estos países pueden incluir casos donde persona pudieron estar procesadas y presas pero no condenadas.
Algunas explicaciones que se desarrollan respecto a la reincidencia en el delito están basadas en el tipo de contexto social y ambiental donde se socializaron estas personas. De modo que dicho contexto funciona como un factor coadyuvante en la reincidencia delictiva.
Una primera dimensión plantea la relación entre la proporción de reincidencia según si hay o no antecedentes de familiares presos. De modo tal que, dentro de la población en reclusión, aumentan las probabilidades de reincidencia delictiva dentro del grupo de quienes han tenido antecedentes de familiares que han estado presos.
Esta primera lectura y su relación con décadas de investigaciones en criminología aportan evidencia adicional que demuestra que la pobreza como tal no es un factor decisivo para explicar el delito de robo. Aunque la pobreza puede, en ciertas ocasiones, incidir en el delito, existen otros factores que activan la predisposición individual a delinquir. La pobreza, en el mejor de los casos, podría ser uno de ellos. Los datos de la región parecen corroborarlo.
En segundo lugar, lo contextual vuelve a aparecer cuando los presos salen en libertad. En este sentido, dentro del subgrupo de reincidentes, se ha observado que cuando fueron liberados en ocasiones anteriores la mayoría ha vuelto a vivir con su familia a los lugares de pertenencia previa. Además, en muchos casos la familia constituye el soporte económico cuando el preso regresa a la libertad.
Por otro lado, una buena parte de ellos consigue trabajos muy inestables, reconociendo que complementan sus ingresos con actividades delictivas.